viernes, 5 de febrero de 2010

Levántate una hora antes...



Decíase en tiempos que, cuando uno no tenía con las 24 horas del día para para acometer todo lo pendiente, una buena opción podía ser levantarse una hora antes.
Por algún encantamiento físico (la elasticidad) o principio de la relatividad, este absurdo se convierte en necesario si queremos cumplir la ley de los tercios en nuestra cotidianidad: 8 horas de trabajo, 8 de ocio y 8 de sueño. Esta fórmula, de relativa aplicación en cada caso personal cuenta con variables de incidencia creciente, esto es, nuevos y tentadores "inventos" que se suman a la necesidad de la "conexión vital" de la red y de la información. Lo que no predijo Mc Luhan en su Aldea Global fue la maldita necesidad creada de comunicar y ser comunicados a niveles de saturación, es decir, la adicción a una conexión permanente. Es una extraña tendencia a necesitar una relación social en red con interesantes personajes virtuales de Burkina Faso o Islandia rechazando la posibilidad real de intercambiar un "buenos días" (como principio) con el vecino, compañero o ser 3D con el que convivimos diariamente. Parece que nos sentimos más seguros en nuestro avatar que en nosotros mismos.
El sumatorio de correos electrónicos personales y profesionales, el mantenimiento relacional en las redes sociales, la búsqueda de información y recepción de mensajes de todo tipo, sea suscrito o no, multiplicado por los soportes, ordenador, móvil, televisión, etc... nos ha creado un umbral de conexión permanente que provoca un curioso efecto de vacío cuando no emitimos o recibimos algún dato, sea nuevo o redundante.
Saturación y virtualidad. Estadio y espacio. Nos cuesta poner filtro a la cantidad de "inputs" que recepcionamos, sacrificando el tiempo del tercio correspondiente. Por otro lado sustituimos las sensaciones y percepciones naturales por las texturas y mensajes distorsionados por la virtualidad y la limitación del soporte que los transmite.
Nuestra máxima evolución tecnológica en el progreso es una involución en la realidad. El ser humano tiene unas limitaciones que tarde o temprano aflorarán tras el "ciberclímax". La simplificación es el camino sabio. Pero la simplificación no es disfrutar de El Quijote en un SMS, ni twittear cientos de nimiedades al segundo. Ciertamente no es más feliz es que más tiene, sino el que menos necesita.
Si logramos levantarnos una hora antes... poco apretaremos de tanto abarcar. ¿De cuánto puedes prescindir hoy?