sábado, 13 de marzo de 2010

¡Buah! Eso es Marketing…


Si la ignorancia es buena para mantener un estado de felicidad inconsciente, es mala, muy mala cuando, acompañada de iniciativa, se convierte en temeridad oral. Y digo esto como consecuencia reflexiva de escuchar desde hace muchos, ya muchos años, expresiones con el más vil de los tonos peyorativos hacia el marketing, la publicidad, o la “propaganda” provenientes de nuestro querido pueblo llano.
La asociación inmediata a nuestras queridas ciencias (y así lo son al aplicar en su creación el más puro método científico) es la de mentiras y embustes, artimañas y artificios para conseguir de inocentes humanos voluntades comerciales. ¡Qué malos somos los profesionales de estas oscuras magias! Como retorcida combinatoria entre Merlín y Fumanchú, los cocineros del Mk mix, llenamos nuestros pucheros con las inocentes almas consumidoras para, a su vez, consumirlos sin piedad.
Es comúnmente aceptado, en foros y medios, que cuando algo no aparenta real, es “un marketing”, definiendo así a la estrategia preparada para un engaño. Y así se dice de políticos y sus políticas, de famosos y sus montajes, de empresas y sus mensajes y de todo aquello que en algún momento necesita lanzar a la opinión pública una cortina sobre un hecho o un hecho que sirve de cortina.
Curioso es también oír cómo en la definición de un negocio, un pueblo, una persona, o un etc… que languidece de notoriedad, no funciona, o termina de funcionar, la expresión más utilizada es “…es que le falta marketing”. Parece que en ese momento, lejos de ser el demonio, la solución se eleva a los altares y con unas rogativas, amén de velas y otras parafernalias ad hoc, podremos conseguir el fin deseado.
Recuerdo los chascarrillos y comentarios de mi querido profesor Cristóbal Marín (corrían principios de los 80) en Publicidad General I: “Donde no hay Publicidad, resplandece la verdad” y “No digas a mi madre que soy publicitario, dile que soy pianista en un burdel”. La verdad es que no sé si reírme o llorar, porque mi madre no sabe todavía a qué me dedico en realidad y mi hijo hace esfuerzos por hacerse una idea aproximada.
Qué mal hemos de haber desarrollado nuestro trabajo, cuando la calle piensa que nuestra profesión está más cercana al charlatán que al científico. ¿Necesitaremos tal vez “un marketing” para cambiarlo?